sábado, 28 de mayo de 2011

Alejandro Rondón Pariaguán entre joropo y romance










Nombrar Pariaguán es sentir el sabor que revuela en el alma llanera como las abejas en la flor del mastranto y al color del cachete de la muchacha de estas tierras que se dibuja en el mango pintón.






Es ese mismo sentimiento, que bajo el sol de Guanipa se ha convertido en innumerables canciones que suenan bonito en el registro de las 30 cuerdas del arpa y la profundidad de voz de los copleros que va tejiendo melodías a lo ancho y largo de la sabana como una suave lluvia en las cabeceras del río Pao.

A eso ha contribuido bastante Alejandro Rondón, nacido el 2 de enero de 1970, en el hato La Cuna, allí, cerquita de los viejos manantiales del río Unare, al oeste de Pariaguán, municipio Miranda, estado Anzoátegui, de donde siendo un carajito, llegó con su familia al sector La Verdosa de esa ciudad, en la que junto a sus hermanos Ignacio, Pablo César (ya fallecido) e Isaac se convierten en los artistas de todos los actos escolares y parrandas campesinas, impulsados por su padre, don Isaac, también fallecido, quien era ejecutante del bandolín y el acordeón.

A los 14 años, ya formaba parte del elenco del grupo Alma Guariqueña del maestro Agustín Siso y a los 16 pasó a integrar el conjunto del maestro Román García. Para esa época gana los festivales Taguapire, en Santa María de Ipire, Pariaguán de Oro, en su suelo natal y Orinoco de Oro, en Mapire; y a la edad de 18 años se marcha a Caracas, donde cumple faena en diferentes centros nocturnos de la capital con el grupo de Adelso “rolito” Paz.

Así graba su primera producción discográfica titulada “De pura raza”. Con el apoyo de Reynaldo Armas, se radica por dos años en Miami-Florida, y junto intérpretes como contrapunteadores José Medina y Henry Fuenmayor (hoy difuntos) y Blas Ruiz, le dieron espíritu de llano con sus canciones al restaurante Alma Llanera.

A su regreso a Venezuela, lanza, acompañado del conjunto de Gustavo Sánchez, su segundo disco con el nombre de “Joropo arte latino”, que contiene su célebre éxito “Ironía”, que lo proyecta en el ámbito nacional e internacional, ocupando por varios meses los primeros lugares en Venezuela y Colombia. Además hay otros temas que convierten a este disco, dentro de la música llanera, en carta de sobresaliente credenciales, con otros números como “La canción que soñé” que un himno para las madres de la Mesa de Guanipa, “Los cinco de mi derecha”, “Complicidad”, “Un beso y una canción” y “La batalla del amor”.

A este álbum le siguió su trabajo “Vital”, con números de mucha aceptación como “Dulce y amargo”, que reafirma su vocación y talento para los géneros estilizados.

Paralelo a todo este trajín de escenario en escenario, y de algunas responsabilidades en el campo de la construcción civil, Alejandro Rondón, despunta en su condición de compositor, alcanzando con sus letras éxitos en la voz de otros cantantes, José Vicente Escobar, Armando Martínez, Scarlet Linares, Pablo César Rondón, Eduardo Salavarría y Oliver Hernández.

Con un bagaje ya consagratorio en la música llanera en el ámbito internacional, a principios de 2010, Rondón, lanzo al mercado su más reciente trabajo discográfico, “Corazón de poeta”, en el que ratifica su estilo. Son once canciones De las cuales nueve son de su autoría. Temas como “La última carta”, “Una mentira”, “Borracho” y “Corazón de poeta”, marcan su sello de casta rondonera, combinando perfectamente el trabajo interpretativo con el sentido lírico de cada una de las letras, en lo que es ya un estilo maduro, que se eleva desde el llano, donde el joropo estremece todo cuanto esté de pie, hasta llegar a lo sublime del pasaje romántico, cercano al sabor caribeño que hace sangrar el pecho en la rockolera ilusión de un bolero.

Ahí está Alejandro Rondón, rindiendo tributo a lo que siempre ha hecho, cantarle a su patria, al amor y a la cultura llano.