miércoles, 7 de octubre de 2015

                      MAESTRO JOSE GREGORIO PEREZ

PERSONAJES…
En el pueblo le llaman el loco, el loco José Gregorio. Nunca alguien había llevado tan arbitrario remoquete como en este caso. Bien pudiera ser, José Gregorio el cuatrista, José Gregorio el arpista, si, el talentoso músico de las parrandas llaneras. Como el loco Juan Carabina, el de Aquiles y Simón, ‘’el que pasa las noches andando cuando la luna ilumina las noches de San Fernando’’ pero que los pueblos bautizan de ese modo, y en esto la idiosincrasia nuestra pelea los honores en cualquier competencia. La historia del arpista José Gregorio es la semblanza de un genio incomprendido, apostrofado quizás, con ese mote que le antecede a su nombre. Qué no es su culpa hombre.
Vivía en una vieja casa de la calle Sucre, muy cerca de la Plaza Bolívar, en compañía de su madre de crianza, doña Carmen Mercedes, entre imágenes de santos católicos y rezos y plegarias cuatro veces al día, qué de esto la doña era abnegada creyente, y en la despensa de la cocina podía faltar comida pero en la del espíritu nunca. Un día de sus tormentos por el arpa llanera, esa que llevaba en su mente dibujada y construida, no soportó más y arrancó de sus articulaciones metálicas la puerta de uno de los cuartos de la vieja vivienda. No tenía a su disposición madera, tablas, la materia prima necesaria para construir un arpa; tan sólo un serrucho desgastado que poca utilidad le quedaba, pero cuánta le dejó en ese trance vital. Además, un machete de labriego, recortado, algunos clavos y tachuelas, y un cepillo de carpintería. No recuerdo dónde consiguió este último y más especializado instrumento. Empezó a darle forma a su delirio que ya era pasión rebosada por la música. Imposible detener el sueño. Ya en la mañana, ya por las tardes, no cesaba en su trabajo de ver el arpa de sus tormentos acabada y lista para halar el cuerdero. La vena de músico le viene del padre, don Saúl Pérez, ejecutante del cuatro en estilo punteado de los mejores como ya no se ven. Antes de los diez años ya lo ejecutaba con mucha solvencia. Quien esto escribe, pasaba a menudo por su casa y entraba para ver el proceso de cómo la puerta de una humilde habitación se transformaba en un arpa vibrante y sonora. No paraba, trabajaba con solícita obsesión en su obra; sabía y estaba convencido que al final obtendría el ansiado monumento cordófono. Ya casi al final, mientras le daba forma y pulía partes restantes de la puerta para convertirlas en clavijas de afinación, le cumplí el mandado de comprar las cuerdas de nylon en la ferretería de Miguel A. Bastidas, pues yo también quería ver aquel final. De su sonido y afinamiento se encargaba su oído, que el trabajo manual ya estaba a punto de melcocha. Faltaba poco.
Una tarde, como a las seis, el arpa elaborada por José Gregorio, un arpa menuda, pero pesada y rudimentaria, de vieja madera de roble, seguramente cortado a principios de siglo XX dejó escuchar su primer tañido como el llanto del hijo naciente, en tono de seis por derecho. De allí en adelante la historia de José Gregorio el arpista, es más conocida. Se fue a Maracay, trabajó como vigilante nocturno de una empresa y sus ratos libres los conjugaba con otros que ya se habían puesto adelante en este camino de buscar mejores aprendizajes. Coincidieron sus tiempos en la así llamada ‘’tierra de amolar vegueros’’ con el estallido del gran boom de la música llanera, del que la capital aragüeña fue epicentro que se irradió hacia todo el espectro nacional y catapultó a muchos cantantes que hoy son famosos, y que entonces daban sus primeros pasos en distintos centros de amenidad social.
La chispa del santamarieño no dejó pasar inadvertidamente la historia de la puerta convertida en arpa, y se inventó para culto de los bromistas que, cierta vez que doña Carmen se quejó por la falta de leña, José Gregorio le respondió desafiante y altanero, ‘’cómo que no hay’’ y arrancó de cuajo una puerta convirtiéndola en leños para el fogón. Pero esa es una broma salpicada de pueblo y empanadas, de criollismo y jolgorio, de 2 de febrero por la mañana y como tal hay que tratarla, no es cierta esa falsa anécdota, pertenece al patrimonio imaginario de los guasones nativos, que sepa usted que siempre abundan.
Hace tres años, un 3 de enero, aun humeante los cohetes de fin de año, vi a José Gregorio en un local comercial de la carretera nacional de Santa María que conduce a Oriente. Iba para Zuata en una camioneta con un grupo de amigos. Venía de Valle de la Pascua con su talento a cuestas y dejando música, pajarillos y chipolas por pueblos y caminos. Descendió del vehículo con su tarjeta de presentación en la mano: un cuatro; entró, saludó, pidió una cerveza y charrasqueó un golpe llanero como él solo sabe. Le dicen loco… pero es un genio.
3R
5330933
Octubre1 año 15
Y ESTE SERVIDOR  JOSE FRANCISCO ROMERO,BASADO EN ESTA RESEÑA DEL MAESTRO JOSE GREGORIO,DE LA AUTORIA DE MI PAISANO ROMULO RICO LE COMPUSE TRES VERSOS TRATANDO DE ENGLOBAR,SU SUEÑO UN ARPA HECHA CON LA MADERA DE SU PURTA DE HABITACION.



LA ESPERANZA DE MIS SUEÑOS
CON BRISAS DE TIERRA LLANA
SE CUMPLIERON MIS DESEOS
VIEJA PUERTA DE MI CASA
                   @@
CAJON DE MADERA SONORA
CAMORUCA DE MI ALMA
NO ME QUEDE YO TRANQUILO
HASTA REGISTRAR TU ALMA
Y BRINDARLE BELLAS NOTAS
A MI QUERIDA SABANA
                 @@@
PENTAGRAMA MUSICAL
QUE SIETE NOTAS DELATAS
SACAME DE ESTE AGUJERO
QUE A MI CUERPO LO ENBOLATA
DIOS PROVEERA LA FUERZA
PA CONTINUAR VIEJA ARPA.