sábado, 26 de marzo de 2011

VIEJO BOTALON LLANERO PARTE 2

Dámaso Figueredo Viejo botalón del llano -II parte-



La casa de Nicolás Llovera

Para Dámaso Figueredo, su natal Guardatinajas, es la referencia exacta. Los primeros amores, los primeros tragos de ron y las primeras parrandas, en casa del criador y comerciante Nicolás Llovera. Para allá iba a jugar bolas, dados, a comer ternera, a cantar y a apostar en un “pataruco” del patio hasta la vuelta del camino de regreso, sin importarle si perdía o ganara.






En Guardatinajas cambia el cabo de soga por los bordones del arpa, la madera de la canoa que era el medio transporte cuando el río Tiznados se desbordaba, por el cedro del cuatro, la escopeta de cazar por los piropos para las muchachas y la atarraya por los brazos de Josefina. De esas parrandas en casa de Nicolás Llovera, junto con Ángel López, Agapito Medina y el arpista Agustín Linares, sale coplero, dejando oír el pasaje, ya célebre, y el seis por derecho, recios hacia los manglares del río para que el eco retumbara en las planicies de Chirigua, donde con unos tragos encima salía a hablar de noche con las ánimas ambulantes.

Fuente inagotable

Figueredo, en el ejercicio de su arte casi primitivo, fue un gran creador. Más de doscientas canciones se suman a su repertorio de autor. Joropo, pasaje, golpe y la leyenda, se hicieron territorio de su verso, fiel a su origen, con marcado respeto por la idiosincrasia aborigen y la negrura.

Así definió su espacio artístico. Definió su estilo que es fácil identificar. El pasaje recio fue su caballo como alcaravanera en los senderos de la cultura originaria y la vinculación con el medio natural. La tradición, la broma, la infidelidad de la mujer, los chascos de la vida diaria, la viveza de los “musiús”, la superstición, la bigamia típica del hacendado, la cachifa, la bellaquera y el pacto de honradez, le permitieron sondear un decir popular, imagen e idea exaltadas o disminuidas con acierto, con gusto placentero, con el que no sólo se identificaba él, sino todo un colectivo de “vergatarios”.

En sus composiciones, la mayoría escritas en su mente, pues Figueredo no era diestro en la redacción, a lo sumo, cursaría el sexto grado, si se toma en cuenta la formación escolar en los campos venezolanos en los años 40 y 50.

Hay frases, hay letras de canciones suyas que acumulan intenciones que se sostienen en el aire, y de pronto giran, como un inesperado desenlace, que deja en juego una invitación maravillosa para la imaginación. Semejante situación ocurre cuando estira los sentidos de las palabras en procura de la rima, lo que muchos dirían, a la “machimberra”, pero que es producto del cultor que enfatiza, que nunca termina de desprenderse de los poderes de la improvisación, con la que se es capaz hasta de inventar sus propias palabras hasta alcanzar el ritmo musical, que es uno de los aspectos que lo convirtió en fuente inagotable de inspiración, algunas veces, con finales confusos, pero ricos en jocosidad y un verbo chisposo, crepitante.

No hubo secreto de la vida o de la muerte en el llano que Figueredo no conociera sin escarmientos, que al ser vertidos en su trabajo musical son una reliquia cultural del llano. Fue todo un estero de sabiduría, pulida en su cotidianidad, pero reforzada con los cuentos y leyendas del llano, los montes, los ríos, los misterios sobrenaturales, a los que convirtió en historias musicales, como lo hizo con “El salvaje de La Sierra” y la “Historia de las Galeras del Pao”.

La herencia

En el cultivo del joropo se inclinó profundamente por las manifestaciones de casta bravía, registro de tiempos ancestrales, con predominio del género seis por derecho, pero sin desconocer los demás golpes tradicionales del folklore, incluyendo algunos entreveraos que empleó para contrapuntear. La serie de contrapunteo que grabó con cantantes como María Carrizales, Rafael Bastidas, “el cazador novato”, Carmen Aguilar, Ramón Blanco, Ruth Rodríguez, y Winston Leal, son un libro abierto a los conocimientos del desafío del hombre para convivir con la naturaleza, sin que ésta lo destruya aceleradamente en sus fauces irrevocables.

Dámaso Figueredo, a través de sus joropos era capaz de sacar un tigre de la solapa y esperarlo con una “cobija de agua” para después agarrarlo macheteado. Comer frijol sancochado sin manteca, cocido en agua de charco, tumbar un corozo pichón de un solo “jachazo” y después arrancarle una por una las espinas para levantar las paredes de una casa.

De allí el atributo de “el llanero completo”. Fue poco amigo de los homenajes. Rendía poca pleitesía a las grandes figuras de promoción en el canto criollo. Consagró el éxito de su vida musical desde el interior del país. Se había radicado en Maracay, estado Aragua, ciudad en la que antes de ser sorprendido por un infarto en el mes de agosto de 1987, aspiraba a ser concejal, después de haber participado en la organización social de algunos sectores populares de la capital aragüeña.

Desde allí fue inconmensurable. Contó con un gran respaldo del sello disquero Divensa. Se edificó como astro en una tierra y estilos que reconoce como estrellas también a Rafael Martínez “el cazador novato”, a Carlos González “el rey del pajarillo”, a María Carrizales, a Carmen Aguilar “la gabana cojedeña”, condición vernácula de la que son herederos los Garrido, Santiago Rojas (sin el doble sentido), consanguíneos de Figueredo, José Figueredo (hijo); Winston Leal, Ismael Verastegui, Domingo García, José Antonio Jiménez y Rafael Bastidas.

En la universidad

El lenguaje de las letras de Dámaso Figueredo, en veces con ausencia lírica y otras con destellos líricos luminosos, no sólo sirvió para que el escritor e investigador Juan Liscano y el poeta Ángel Eduardo Acevedo, organizaran un foro para analizar en la Universidad de Los Andes, sus fundamentos en el habla popular del llanero. También ha sido abordado como tesis de pregrados universitarios.

Él era así, aunque tuviera el barro a la rodilla y el agua al pescuezo, de nadie renegaba. Para criar a sus hijos, ponía una venta de refrescos. Para enamorar a una mujer se perfumaba con mastranto y la sacaba a bailar.

Para amansar a una bestia le sujetaba el pescuezo hacia atrás y le trancaba un chaparro atrasito del codillo. Para tumbar un conuco encavaba un hacha en un hueso de burro y para cruzar un río turbulento buscaba el ramo más gacho para pasadero.

EL ARPA FILARMONICA

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Martha Bonilla, arpísta

Martha Bonilla, arpísta

Aunque se inició en el arpa llanera, durante 16 años Martha Bonilla ha tocado el arpa clásica en el Conservatorio de la Universidad Nacional y la Orquesta Filarmónica de Bogotá. También se ha presentado en Suiza, China y en una gira por Brasil, Uruguay y Argentina con la reconocida Youth Orchestra of America. Ahora se alista para el magno evento de este año, la Octava Sinfonía de Mahler, que se presentará en octubre, y para sus conciertos como solista, donde interpretará a dos de sus compositores franceses favoritos durante el mismo mes.

Se enamoró del arpa a los ocho años., cuando vio un comercial en el que tocaban Sierra de la Macarena, famosa pieza del folclor llanero. Sus padres le compraron un arpa llanera que la doblaba en tamaño. Tocó sus primeros torbellinos, joropos y pasodobles trepada en la mesa del comedor. Hoy, 17 años años después, hace parte del grupo de 11 jóvenes que conforman la nueva generación de la Filarmónica.

A los nueve años entró buscando un arpa llanera al Conservatorio de la Universidad Nacional y se desconcertó al ver que sólo había arpas clásicas, que son más altas y tienen siete pedales para alterar la vibración de las cuerdas —que a diferencia de las cuerdas blandas de nylon del arpa llanera, están hechas de tripa y fuertemente templadas—. En el salón la esperaba María Grozdanova, su maestra.

En 1998 entró a la Orquesta Infantil del Conservatorio, dirigida por el polaco Zbigniew Zajac, y aún recuerda la tensión de su primer concierto, cuando tocaron la Arlesiana de Georges Bizet: “Sólo había que tocar tres notas y el arpa entraba diez minutos después del inicio. Durante ese tiempo tuve mis dedos engarrotados en las cuerdas y cada segundo verifiqué que estuvieran en la posición correcta”. Desde entonces “decidí dedicarle mi vida al arpa”, asegura.

Le fue tan bien que pronto pasó a una orquesta de universitarios y seis años después Grozdanova la preparó para concursar en 2004 por un cupo en la Orquesta Filarmónica. Y luego de tocar la Cadencia de Cascanueces de Tchaikovky , El mar del francés Claude Debussy, la Sinfonía fantástica de Berliotz, Guía orquestal para la juventud de Britten y el Concierto para arpa de Händel frente a una mesa de maestros que “en ese momento, por los nervios, parecían monstruos”, ganó el concurso.

Los cuatro años siguientes vivió entre la Filarmónica y la academia. Hasta que se graduó en 2008 y, con el apoyo de la Orquesta, fue a hacer una Maestría en Interpretación de Arpa en Suiza durante dos años. Para graduarse, además de hacer un concierto de música clásica, también hizo uno de música suramericana, en el cual finalizó tocando joropos, a falta de arpa llanera, en arpa clásica. “Casi me rompo los dedos, porque la tensión de las cuerdas es demasiada para tocar esos ritmos, pero sonó bien y algunos se pararon a bailar”.

Ahora se alista para los conciertos del 9 y el 10 de abril, cuando el arpa tendrá un papel protagónico en obras de Franz Von Suppe y Max Bruch. Además, fue seleccionada para presentarse en Viena durante el mes de mayo, cuando interpretará una transcripción del Concierto para cuatro pianos de Bach, junto a otras tres arpistas internacionales. En octubre tendrá el placer de tocar en un concierto solista obras de Maurice Ravel y Claude Debussy, dos de sus compositores favoritos.

Y, por si fuera poco, tocará su instrumento en la Octava Sinfonía de Mahler, que se presentará por primera vez en la capital y será interpretada por más de 300 músicos y vocalistas el 15 y el 16 de octubre. “Esta sinfonía es apoteósica, potente. El arpa surge sutilmente, como de la nada, y tocar con tantos músicos es como estar en una gran bola de fuego”, asegura la mujer de dedos prodigiosos.

ASTROBERTO LOPEZ

ESTA NOTA FUE TOMADA DEL BLOG:ORITUCO.COM
Nació en Altagracia de Orituco, Estado Guarico el 24-11-1971. Desde temprana edad sintió inclinación hacia la música llanera, con un cuatro, de forma autodidacta, comenzó a interpretar los primeros pasajes y golpes sabaneros. En 1999 se gradúa de abogado, actualmente es funcionario público. A pesar de haberse dedicado al derecho no se aparto nunca de la música del llano, de serenata en serenata, de parranda en parranda siguió con sus pasajes y golpes. A finales del 2009 consideró que era necesario dejar plasmado su canto en una producción discográfica, para de este modo llegar a los amantes de este género musical y así poner un grano de arena en el mundo de la música llanera y contribuir al desarrollo de la misma. Decide grabar, junto a algunos temas nuevos, temas que son considerados éxitos y que tenemos muchos años oyéndolos, con una ligera actualización en los arreglos y por supuesto interpretados con su voz que es distinta a la de los intérpretes originales. En este promocional nos trae:

A cantantes Guariqueños: es un contrapunteo con Angel Parra Hernández el vallepascuense (autor de la letra), en tiempo de cunavichero, en el Arpa el Maestro Jean Ochoa; en el Bajo y las Maracas el Maestro Juan Izaguirre y en el Cuatro el Maestro Orangel Herrera.
Para oír este tema haz click aquí: A cantantes Guariqueños

Vagabundo Enamorado: Tema que fue inmortalizado por el maestro de maestros Sexagésimo; Letra y Música de Euclides Leal. En el Arpa el Maestro Oscar Ybirmas, en el Bajo y las Maracas el Maestro Juan Izaguirre y en el Cuatro el Maestro Orangel Herrera.
Para oír este tema haz click aquí: Vagabundo Enamorado

Guayabo Larense: Letra y Música de Astroberto López, con arreglos del Maestro Manuel Camero, quien ejecuto el Arpa en esta pieza, En el bajo el maestro José Luís Barrios, en el Cuatro el Maestro Henry Linarez y en las Maracas el Maestro Juan Izaguirre.

Caña dulce: De la pluma del Barines Luís Guillermo Jiménez Leal; en el Arpa el Maestro Orangel Herrera.
Para oír este tema haz click aquí: Caña dulce

Me lo Dijeron tus Ojos: Letra y Música del insigne poeta Barines, Eladio Tarife, inmortalizada por el gran Manuel Bandres. El Arpa fue Ejecutada por el Maestro Jean Ochoa, en el Bajo y las Maracas el Maestro Juan Izaguirre y en el Cuatro el Maestro Orangel Herrera.
ara oír este tema haz click aquí: Me lo Dijeron tus Ojos

Linda Mujer de Trujillo: La letra de este tema es de Astroberto López, la música del inmortal Indio Figueredo, es un diamante en el que contrapuntean la Bandola Llanera y el Arpa. El arreglo es del Maestro Manuel camero, la bandola Llanera la Ejecuto el Maestro Pablito Arocha. En el bajo el maestro José Luís Barrios, en el Cuatro el Maestro Henry Linarez y en las Maracas el Maestro Juan Izaguirre.