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Aunque se inició en el arpa llanera, durante 16 años Martha Bonilla ha tocado el arpa clásica en el Conservatorio de la Universidad Nacional y la Orquesta Filarmónica de Bogotá. También se ha presentado en Suiza, China y en una gira por Brasil, Uruguay y Argentina con la reconocida Youth Orchestra of America. Ahora se alista para el magno evento de este año, la Octava Sinfonía de Mahler, que se presentará en octubre, y para sus conciertos como solista, donde interpretará a dos de sus compositores franceses favoritos durante el mismo mes.
Se enamoró del arpa a los ocho años., cuando vio un comercial en el que tocaban Sierra de la Macarena, famosa pieza del folclor llanero. Sus padres le compraron un arpa llanera que la doblaba en tamaño. Tocó sus primeros torbellinos, joropos y pasodobles trepada en la mesa del comedor. Hoy, 17 años años después, hace parte del grupo de 11 jóvenes que conforman la nueva generación de la Filarmónica.
A los nueve años entró buscando un arpa llanera al Conservatorio de la Universidad Nacional y se desconcertó al ver que sólo había arpas clásicas, que son más altas y tienen siete pedales para alterar la vibración de las cuerdas —que a diferencia de las cuerdas blandas de nylon del arpa llanera, están hechas de tripa y fuertemente templadas—. En el salón la esperaba María Grozdanova, su maestra.
En 1998 entró a la Orquesta Infantil del Conservatorio, dirigida por el polaco Zbigniew Zajac, y aún recuerda la tensión de su primer concierto, cuando tocaron la Arlesiana de Georges Bizet: “Sólo había que tocar tres notas y el arpa entraba diez minutos después del inicio. Durante ese tiempo tuve mis dedos engarrotados en las cuerdas y cada segundo verifiqué que estuvieran en la posición correcta”. Desde entonces “decidí dedicarle mi vida al arpa”, asegura.
Le fue tan bien que pronto pasó a una orquesta de universitarios y seis años después Grozdanova la preparó para concursar en 2004 por un cupo en la Orquesta Filarmónica. Y luego de tocar la Cadencia de Cascanueces de Tchaikovky , El mar del francés Claude Debussy, la Sinfonía fantástica de Berliotz, Guía orquestal para la juventud de Britten y el Concierto para arpa de Händel frente a una mesa de maestros que “en ese momento, por los nervios, parecían monstruos”, ganó el concurso.
Los cuatro años siguientes vivió entre la Filarmónica y la academia. Hasta que se graduó en 2008 y, con el apoyo de la Orquesta, fue a hacer una Maestría en Interpretación de Arpa en Suiza durante dos años. Para graduarse, además de hacer un concierto de música clásica, también hizo uno de música suramericana, en el cual finalizó tocando joropos, a falta de arpa llanera, en arpa clásica. “Casi me rompo los dedos, porque la tensión de las cuerdas es demasiada para tocar esos ritmos, pero sonó bien y algunos se pararon a bailar”.
Ahora se alista para los conciertos del 9 y el 10 de abril, cuando el arpa tendrá un papel protagónico en obras de Franz Von Suppe y Max Bruch. Además, fue seleccionada para presentarse en Viena durante el mes de mayo, cuando interpretará una transcripción del Concierto para cuatro pianos de Bach, junto a otras tres arpistas internacionales. En octubre tendrá el placer de tocar en un concierto solista obras de Maurice Ravel y Claude Debussy, dos de sus compositores favoritos.
Y, por si fuera poco, tocará su instrumento en la Octava Sinfonía de Mahler, que se presentará por primera vez en la capital y será interpretada por más de 300 músicos y vocalistas el 15 y el 16 de octubre. “Esta sinfonía es apoteósica, potente. El arpa surge sutilmente, como de la nada, y tocar con tantos músicos es como estar en una gran bola de fuego”, asegura la mujer de dedos prodigiosos.
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