REYNA LUCERO BRILLÓ EN LA ESTANCIA
El aire frío de la mañana dominguera pareció despertar el interés de los caraqueños, quienes desde muy temprano fueron colmando los espacios cubiertos por toldos blancos ubicados en los espacios de la vieja casona transformada en museo y lugar de paseos.
Romero García, Ramón Sarría, Orangel Herrera, Roviro Quevedo, Julio Guevara y Aquiles Ontiveros salieron al escenario vestidos de riguroso negro para tomar sus instrumentos y abrir paso a Reyna Lucero. “Carrao, carrao…” se comenzó a escuchar y los aplausos casi apagaron el volumen de los altoparlantes del lugar.
Cubierta con una bufanda azul, micrófono en mano, Reyna Lucero se adueñó del escenario y de la audiencia. Lograba que sus seguidores le acompañaran en el coro, se movía de un lado a otro y afinaba el oído para descubrir dentro del público a alguno que pudiera acompañarla.
Fue una niña, cuya identificación se perdió en el barullo, la que subió a cantar con ella. A dúo cautivaron a los presentes y nuevamente los aplausos fueron el premio y la muestra de aceptación por parte de los presentes.
En las pausas de las interpretaciones fue anunciando que pronto grabará con el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela y que había estado con ellos en la tarde del sábado en una presentación escenificada en la avenida Los Próceres.
Elogió las composiciones de Hugo Blanco y aseguró que en el momento en que no pueda continuar manteniendo el tono que siempre ha impregnado a sus canciones, no le quedará otro recurso que dejar los escenarios.
Sus canciones de siempre: Mi Camaguán, Son mentiras, Linda Barinas, Fiesta en Elorza, Amor que Mata, Juan Solito y otras melodías, cubrieron más de dos horas de presentación. Sin embargo, la gente no estuvo satisfecha. Pedía “otra” y “otra”, pero fue difícil complacerlos a todos.
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